Usted Decide

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Donald R. Alves y esposa

Donald R. Alves y su esposa Eunice

Antes de que me vaya de este mundo quiero contarle una experiencia que viví años atrás. Al leer mucho yo, me, mi, usted va a pensar al principio que quiero jactarme de una gran cosa. Todo lo contrario; voy a hablar del peligro que corrí y cómo Dios tuvo compasión de mí.

Pero lo hago para que sobre la marcha usted se pregunte si hay un paralelo entre nosotros dos. De que lo hay en varios párrafos, bien lo sé. ¿Pero puede verse a sí mismo retratado en los últimos párrafos? Si escribo del corazón mío, no es que pienso que usted debe tener gran interés en mi salud corporal, ni estoy pensando en el cuerpo suyo.

La Sagrada Biblia emplea el corazón de uno como figura de lo que la persona es en sí. La Biblia es la única fuente enteramente confiable. Cada vez que la cito, voy a anotar al pie de página la referencia en su propio ejemplar de la Biblia.

El profeta Samuel le dijo al rey Saúl: «El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón» (1 Samuel 16:7).

Y el Espíritu Santo inspiró al sabio Salomón a observar acerca de “algún señor”: «Cual es su pensamiento en su corazón, tal es él» (Proverbios 23:7). Mi esposa me dijo una y otra vez que algo no estaba bien; no sabía por qué me estaba cansando tanto. Le decía que era simplemente cuestión de los años. ¡Pero yo sabía que no! Los zapatos se me ponían pequeños, por decirlo así. Los pies estaban cada vez más hinchados, y eso porque la sangre no circulaba como debía. Por cierto: «En una o en dos maneras habla Dios, pero el hombre no entiende. Les señala su consejo, para quitar al hombre su obra, y apartar del varón la soberbia» (Job 33:14,17). No le hablaba a ella sobre esto que yo estaba notando. No quería enfrentar el problema ni que ella me hablara más de un examen médico. Las piernas se hinchaban y la respiración era agitada. Hasta las hijas decían: “Papá, tienes que ver qué es el problema que tienes”.

«Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón, y salva a los contritos de espíritu» (Salmo 34:18). Pero yo no; no quería decirle a ningún médico humano lo que el Médico Divino sabía: “Estoy mal del corazón”. Hablar así sería cosa de cobarde. ¿Y millones de personas no son así en la cuestión de su estado delante de Dios? Se ocupan de los quehaceres, la familia, las finanzas y tanto más, pero apagan la voz de su consciencia que les cuestiona su pecado y destino eterno.

Se me ocurrió una idea genial. Iría a la clínica donde antes me habían hecho exámenes, y pediría una evaluación general. Diría simplemente: “Creo que es tiempo para otro chequeo, por si hay alguna novedad”. Pero: «No hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta» (Hebreos 4:13).

usted-decide1Resultó maravilloso. El cardiólogo estaba molesto por lo avanzado de la hora. Cumplida la rutina a medias, dijo: “Pues, nada alarmante. Para su edad, su corazón no está mal, pero cuídese”. El internista que coordinó los exámenes preparó un informe corto que mencionó sólo unas tonterías. Ahora la familia no podía seguir dándome esos consejos sanos que yo no quería oír. «Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?» (Jeremías 17:9).

(Fue varios meses después que supe que aquella clínica había perdido la buena reputación que tenía cuando yo la conocía).

En lo espiritual, esos señores eran como los religiosos de toda estirpe que absuelven, aconsejan, se esquivan y en fin dicen: “Nada alarmante”.

Adelantándome varios meses en la historia, un día mi hija ojeaba aquellos papeles y por poco explotó. “¡Mira ese análisis de sangre! Papá, ¿no te dijeron que muchas veces ese índice que estoy viendo es una señal de alto riesgo cardíaco? ¿No se alarmaron?” “No. Regresé a casa pensando que los exámenes habían sido tiempo perdido”.

Pero no se engañe, amigo lector. En cuanto a su condición verdadera y su preparación para la eternidad: «La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos. Discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hebreos 4:12).

Volviendo adonde estaba en la narración, mi condición iba decayendo, pero me quedé callado. Dios mismo intervino para darme otra oportunidad. (Como ha hecho tantas veces con usted, pero no siempre hará). Sufrí un pequeño accidente. Protesté que la herida se sanaría por sí sola, pero ya para el tercer día se estaba poniendo fea. No había otro recurso que acudir al hospital cercano. No conocía a la doctora que me atendió, pero ahora sé que es una mujer excepcionalmente franca. Dijo: “Claro que vamos a atender a esa espinilla. Pero – señalando la pierna – tu problema no está allí. ¡Tu problema está AQUI!” y hundió su dedo pulgar en mi pecho. «Del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre» (Mateo 15:19-20).

No deje que el relato acerca del órgano en mi cuerpo le distraiga de reconocer el estado de su “corazón” delante de Él
“Voy a llamar al cardiólogo”. En un dos por tres tenían esos cables conectados y una máquina estaba registrando el latido del corazón. Yo estaba derrotado; me habían descubierto. Cumplidos otros procedimientos, el hombre dijo: “Hay que insertar una malla”, como llaman corrientemente un stent. “No es gran cosa”.

Pero él volvió. Mirando atrás, me extraña que haya subestimado el asunto. Realizaron un cateterismo. Fue interesante ver por pantalla aquel aparato viajando de un lugar a otro en el corazón. No me gustaron las miradas que los dos señores intercambiaban a medida que el examen progresaba.

“Alves, usted está corriendo un gran peligro. Tiene tres arterias obstruidas. Debe operarse, y muy pronto. Usted decide”.

Un versículo de la Biblia que viene a la mente en este punto crucial de la historia es: «El que en él (en Jesucristo) cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras son malas (Juan 3:18-19).

¿Y qué es creer en Cristo? ¿Qué es la esencia del Santo Evangelio?

  1. El apóstol Pablo declaró: Cristo murió por nuestros pecados … fue sepultado, y resucitó al tercer día … (1 Corintios 15:3-4)
  2. Y definió nuestra responsabilidad como: arrepentimiento para con Dios y fe en nuestro Señor Jesucristo (Hechos 20:21)
  3. El apóstol Pedro aportó dos versículos de gran importancia: Nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que Él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. De este dan testimonio todos los profetas, que todos los que en Él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre (Hechos 10:42-43)

“Bueno, acepto”. «Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo (Romanos 10:9).

usted-decidePrevio a la cirugía, ese especialista me enseñó el dibujo que habían preparado. Tres líneas rojas atravesaban las arterias indicando dónde estaban las obstrucciones. En la gran e inmerecida bondad de Dios, la operación se realizó sin problema. Pero cuando acudí a la consulta con el cirujano principal una semana más tarde, me dio un informe escrito que hablaba de haber colocado cinco puentes, o “by- pass”.

¿Por qué cinco? Ah, fue porque ese equipo de médicos no estaba limitado a un diagrama bonito, ni exámenes clínicos, ni pies hinchados, ni nada de eso. Ellos abrieron mi corazón y vieron la cosa tal como era. Y la fea, desagradable realidad era peor que todo el mundo había pensado.

Ya lo dijimos: «El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón» (1 Samuel 16:7). Lo he repetido, pensando que: «Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23). No hablaron de “nada alarmante”. Nada de un simple reposo, ni uno que otro medicamento, ni una malla insertada como “parcho” o soporte. No. El remedio estaba en cortar, eliminar y poner algo nuevo. Y resultó.

Es sólo cuando uno es salvo, hijo de Dios por fe en la obra del Calvario, que aplica lo que Jesús dijo a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí» (Juan 14:1).

Mucho de esto me vino a la mente días atrás cuando otro médico me sorprendió al decir, casi de la nada: “Usted sabe, esos señores le dieron una vida nueva”.

Pues, eso de “una vida nueva” fue un tanto exagerado en el contexto que ella hablaba, pero en lo espiritual que estamos hablando es lenguaje muy acertado.

Jesús le advirtió a Nicodemo que él tenía que “nacer de nuevo” (Juan 3:7). El apóstol Pablo aseguró a ciertos creyentes en el Salvador en su tiempo: «Si alguno está en Cristo, nueva creación es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17).

Honestamente, ¿usted ha nacido de nuevo? En lenguaje de la Biblia, ¿ha pasado de muerte a vida en un cierto momento de su vida? Olvidándonos de corazones en nuestros cuerpos y hablando del “corazón” que realmente importa, ¿le suena eso de “cortar, eliminar y poner algo nuevo”?

«Dios ha puesto eternidad en el corazón el hombre» (Eclesiastés 3:11). Usted tiene que enfrentar estas realidades que he citado de la Palabra de Dios. No deje que el relato acerca del órgano en mi cuerpo le distraiga de reconocer el estado de su “corazón” delante de Él. «El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él (Juan 3:36).

Usted decide.

Donald R. Alves, padre

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