Propiciación: Dios está satisfecho, pero ¿con qué?

MiguelBuscando a DiosLeave a Comment

La ira de Dios es el enojo controlado, apropiado y justo que se manifiesta hacia la maldad e injusticia. La ira de Dios va siempre de acuerdo a su justicia y santidad. Dios se indigna al ver como el pecado se manifiesta y se incrementa en la vida del ser humano.

Dios manifiesta su ira de forma justa. Tiene razón en hacerlo y su ira no se va a apaciguar hasta que se haga justicia.

Un ejemplo de propiciación
Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdadRomanos 1:18
El encuentro entre Jacob y Esaú nos da un ejemplo de lo que vamos a explicar (Génesis 32). La última vez que Jacob vio a su hermano Esaú, su hermano estaba airado al punto de querer matarlo. Esaú tenía toda la razón para estar enojado con su hermano. Jacob había engañado a su padre, Isaac, y le había robado la bendición a Esaú. Esaú bien dijo «Bien llamaron su nombre Jacob, pues ya me ha suplantado dos veces: se apoderó de mi primogenitura, y he aquí ahora ha tomado mi bendición» (Génesis 27:36). Después de muchos años Jacob se va a encontrar con Esaú nuevamente. Jacob escucha que Esaú viene con 400 hombres a caballo y se llena de temor. Comienza a enviarle regalos y dijo: «Apaciguaré su ira con el presente que va delante de mí, y después veré su rostro; quizá le seré acepto» (Génesis 32:20).

La Ira de Dios

El pecado provoca la ira justa de Dios. «Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad» (Romanos 1:18). No hay nada que podamos hacer para apaciguar la ira de Dios. «Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios» (Romanos 8:7-8). La ira de Dios solamente se puede apaciguar al momento en que la justicia de Dios quede satisfecha. Tus buenas obras son vanos intentos de apaciguar a un Dios airado por tu pecado, Dios no está satisfecho con eso.

La justicia de Dios demanda un sacrificio por el pecado, el derramamiento de sangre. El Antiguo Testamento confirma esta verdad al ver todos los sacrificios que día tras día se ofrecían. Sin embargo, esos sacrificios «no puede quitar los pecados» así que dice: «Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley)» (Hebreos 10:4,8). Por eso Cristo vino del cielo y tomó forma de siervo, hecho semejante a los hombres. El Señor Jesucristo «se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado» (Hebreos 9:26). El sacrificio de Cristo es un sacrificio de incalculable valor, que jamás puede ser igualado por ningún ser humano. Ni siquiera una persona siendo condenada eternamente en el infierno podrá igualar lo que Cristo hizo en la cruz. Él quitó la barrera que impedía cualquier acercamiento a Dios, cuando en la cruz padeció por nuestros pecados.

¿Qué es la propiciación?

Eso es exactamente lo que significa la propiciación: «apaciguar la ira». En el Antiguo Testamento hay una palabra que es equivalente, y es la palabra «expiación».

Cristo como nuestra propiciación se puede definir en tres palabras: Dios está satisfecho. ¿Con qué? Con el sacrificio de Cristo en la cruz. Punto.
En el día de la expiación (Levítico 16), el sumo sacerdote entraba al lugar santísimo con la sangre del macho cabrío y la rociaba delante y sobre el propiciatorio, para «expiar» o «cubrir» los pecados del pueblo. Mediante este sacrificio se apaciguaba la ira de Dios sobre los pecados del pueblo. Sin embargo, ese sacrificio no era suficiente ya que «cada año se hace memoria por los pecados» (Hebreos 10:3).
Hebreos nos enseña que «sin derramamiento de sangre no se hace remisión» (Hebreos 9:22). Entonces, es necesaria la muerte de una víctima inocente, y su sangre derramada, para que haya expiación. Así tan serio es el pecado.

Cristo, nuestra propiciación

Juan nos enseña en su epístola que «Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los que todo el mundo» (Juan 2:2). ¿Cómo es eso que Cristo es la propiciación por los pecados de los creyentes y también por los de todo el mundo (incrédulos)? Es porque cuando hablamos de la propiciación no se trata tanto de lo que Cristo hizo para nosotros sino de lo que Cristo hizo para Dios. Así que, Cristo como nuestra propiciación se puede definir en tres palabras: Dios está satisfecho. ¿Con qué? Con el sacrificio de Cristo en la cruz. Punto. Nada más. Lo que el Señor Jesucristo hizo en el Calvario ha quitado la barrera que impedía que el pecador pudiera ser perdonado y reconciliado con Dios.

Entonces, la salvación nos muestra el otro lado de la moneda. La propiciación nos dice que Dios está satisfecho con el sacrificio de Cristo, entonces en la salvación es el pecador, al creer en Él, que está reconociendo que está satisfecho con el sacrificio de Cristo. No creer acerca de Él, sino confiar que lo que Cristo hizo en la cruz fue por ti, para salvarte. Esto concuerda con lo que dice el apóstol Pablo a los Romanos: «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira» (Romanos 5:8-9).

Muchos cometen el error que cometió Jacob al tratar de apaciguar la ira de Dios. Tratar de satisfacer a Dios con obras, ofrendas, peregrinaciones, sacrificios. Nada de esto satisface a Dios. Dios está satisfecho únicamente con la obra de Cristo en la cruz. Lo demostró resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los cielos. Si Dios está satisfecho con ese sacrificio, ¿por qué no lo habrías de estar tú?

«El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él» (Juan 3:36).

Miguel Mosquera

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