Un enemigo invisible y altamente mortal

MiguelBuscando a Dios

Dos operadores murieron aquella noche, debido a la explosión del reactor #4, veintiocho fallecieron en los días siguientes. Por los próximos siete meses más de quinientas mil personas trabajarían para tratar de controlar la situación, muchas de las cuales murieron por quedar expuestas a niveles letales de radiación. Lo más difícil de la batalla que libraron estas personas aquel día era que peleaban contra un enemigo invisible y altamente mortal. Las cifras de muertes reportadas oficialmente debido a esta tragedia varían, llegando hasta unas 985 mil muertes por cáncer prematuro entre 1986 y 2004, debido a exposición a radiación. Treinta años después de la explosión en Chernóbil, la tragedia nuclear más grande de la historia, no ha sido posible erradicar completamente los efectos de lo que allí ocurrió.

26 de abril de 1986

Nada parecía fuera de lo normal aquella noche del 25 de abril, el pueblo de Pripyat, Ucrania, dormía tranquilamente. A unos tres kilómetros del pueblo estaba la planta nuclear de Chernóbil, una de las más grandes del mundo, donde el equipo de operaciones se preparaba para hacer unos ensayos en el reactor #4 que permitirían ahorrar energía en el futuro. Ya era la madrugada del 26 de abril cuando una serie de detonaciones se escucharon y toda la planta quedó sin electricidad. El suelo del reactor #4 comenzó a temblar y a la 1:26am el reactor #4 produjo una explosión que elevó las llamas, en forma de columna, hasta casi un kilómetro de altura. Dos operadores murieron en el momento y los restos del reactor comenzaron a liberar enormes cantidades de radiación al ambiente. Reportes posteriores que investigaron las causas del accidente atribuyen una buena parte de la responsabilidad al error humano, personas que no estaban suficientemente entrenadas para la actividad que estaban realizando.

La respuesta de los bomberos fue inmediata, derramando grandes cantidades de agua aunque, sin darse cuenta, estaban siendo expuestos a niveles de radiación por muy por encima de lo permitido por el cuerpo humano, exponiéndose a la muerte. No sabían lo que estaba ocurriendo ni estaban preparados para ese tipo de crisis.

Un día que marcó la historia de la humanidad

Quiero llamar su atención a otra tragedia que también tuvo como primeras víctimas a dos personas, luego muchos otros siguieron en los años posteriores y a lo largo de la historia todos los seres humanos hemos sido afectados por lo que ocurrió este día. Me estoy refiriendo ahora del día en que el pecado entró en el mundo. «Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron» (Romanos 5:12). Ese día las primeras víctimas fueron Adán y Eva, en el huerto del Edén, quienes desobedecieron al mandamiento de Dios de no comer del árbol del medio del huerto. Las consecuencias se hicieron ver de inmediato: mal (Gn. 3:5), vergüenza (v. 7), miedo (v. 10), engaño (v. 13), maldición (v. 14), enemistad (v. 15), dolor (v. 16), frustración (v. 18), muerte (v. 19) y por último, pero la más grave de todas, la separación de la comunión con Dios (vv. 23-24). Estas son sólo algunas de las consecuencias que sufrieron Adán y Eva al pecar, pero no fueron las únicas, ya que por los siguientes años verían también el odio, la envidia, el rencor, en su hijo Caín, y el posterior asesinato de Abel, su hermano.

De ninguna manera podríamos pensar que las cosas han mejorado desde entonces ni que tampoco comenzarán a mejorar a partir de ahora. El mundo se ha descarriado en la maldad. Aquí algunos versículos que nos confirman esto «Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres… Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase», «No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos» (Romanos 5:15,16; 3:17-19). Tampoco la situación va a mejorar, «También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella» (2 Timoteo 3:1-5).

Esto nos afecta a todos, hemos nacido en pecado y practicamos el pecado a diario. Te incluye a ti, me incluye a mí.

La vida continuó normal en Pripyat

Nada había cambiado en el ritmo de vida en el pueblo de Pripyat, a 3 kilómetros de donde había ocurrido la explosión. Todos se levantaron aquella mañana sin ninguna preocupación por lo que había ocurrido o estaba ocurriendo, salieron a sus trabajos, las escuelas, las plazas y calles, incluso los trabajadores de la planta nuclear fueron a cumplir su jornada laboral, como si nada hubiese pasado, y quienes sabían lo ocurrido, no querían reconocer la gravedad del asunto y lo trataron como alguna cosa ligera, pensando que tenían todo bajo control.

La radioactividad en el ambiente era tan alta que los encargados de medir la radiación pensaban que los aparatos estaban dañados porque estaban dando cifras que jamás se habían repetido anteriormente. No solamente en el pueblo de Pripyat sino también en muchos otros pueblos, ciudades y hasta otros países alrededor, el aire estaba contaminado por radiación. La radiación no se veía, no se sentía, ni siquiera tenía sabor, era un enemigo invisible, que estaba destruyendo la salud de miles de personas, exponiéndolas a la muerte.

Así mismo ocurre con muchas personas el día de hoy. La vida sigue normal y nadie parece darle importancia al asunto del pecado y la salvación. El día a día tiene muchas ocupaciones y preocupaciones como para estar pensando en la Biblia, el pecado, Dios, la eternidad. Siguen viviendo como si nada estuviera pasando, quizás porque lo ignoran, o porque piensan que no es algo importante a lo cual es necesario prestar atención. ¿Es este tu caso? Pero el asunto del pecado es más bien lo más importante en tu vida, porque tiene no solamente consecuencias en esta vida sino también por la eternidad. «La paga del pecado es muerte» (Romanos 5:23).

Se evitó algo peor

Sin embargo, el mayor peligro seguía en el reactor el cual permanecía caliente, a temperaturas de más de 3000ºC y, de seguir así, iba a provocar una segunda explosión 10 veces más grande que la primera, que destruiría no solamente Ucrania sino que podría incluso dejar Europa inhabitable. Era urgente enfriar el reactor, el problema era que acercarse  a él era prácticamente una sentencia de muerte, ya que allí estaba la mayor concentración de calor y radiación, tan alta que en tan sólo pocos minutos de exposición la persona podía morir.

Pero la historia de Chernóbil está llena de héroes anónimos, bomberos y personal del ejército de la Unión Soviética que trabajaron hombro a hombro y dieron su vida al sobrevolar y acercarse a la zona de la explosión para enfriar el reactor. Éstos héroes no sabían a lo que se estaban exponiendo y muchos de ellos murieron o su salud quedó afectada, pero salvaron la vida de millones de personas.

La salvación es por medio de Jesucristo

Con todo el dolor y sufrimiento que el pecado ha traído a los seres humanos nada es de compararse con ese «algo peor» que el pecado trae, que es la muerte y condenación eterna en el infierno. Es inevitable para una persona que permanece en sus pecados. Es necesario un Salvador.

Aquellos héroes de Chernóbil no sabían a lo que se estaban exponiendo, sin embargo, el Señor Jesucristo conocía plenamente lo que estaba por delante cuando su tiempo de ir a la cruz ya se acercaba. No buscó evadir la cruz, ni trató de defenderse para salir libre, sino que «afirmó su rostro para ir a Jerusalén» (Lucas 9:51) sabiendo que allí le iban a traicionar, entregar a los gobernantes, le iban a sentenciar a muerte y le crucificarían fuera de la ciudad. Fue rechazado, burlado, golpeado, azotado, coronado de espinas y clavado en un madero, donde no solamente sufrió el dolor que los hombres le dieron sino que también la ira de Dios fue sobre Él, siendo castigado por Dios, no por los pecados que Él hubiese cometido por cuanto Él era sin pecado, sino sufriendo por los pecados tuyos y los pecados míos. «Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados»; «Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados» (1 Pedro 2:24; Isaías 53:5).

Los que regresaron

El gobierno declaró la «zona de exclusión» que abarca 30 km alrededor de la planta nuclear debido a que en esa zona todavía sigue habiendo peligro, incluso 30 años después de la tragedia. Todas las poblaciones en esta zona fueron evacuadas y permanecen desoladas hasta el día de hoy, exceptuando algunos que regresaron y rehusaron irse. ¿Por qué regresar al lugar donde todavía hay peligro? No lo sabemos, pero sí sabemos que habiendo salvación y vida eterna por la fe en Jesucristo todavía hay muchos que rechazan esta salvación siguiendo su vida en sus pecados y exponiéndose a la perdición eterna. ¿Es este tu caso?

Necesitas arrepentirte de tus pecados y creer en Cristo como Salvador. Él lo hizo todo en la cruz, clamó «consumado es», dando a entender que no faltaba más por hacer en cuanto a la salvación del alma. Solamente tienes que poner tu fe en Él y aceptar que su obra en la cruz fue para salvar tu alma. Él tiene poder para salvar, «en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hechos 4:12).

Miguel Mosquera
Fuente: Chernobyl Gallery