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El peor pecado

«El pecado es infracción de la ley», así dice la Biblia en 1 Juan 3:4, por supuesto, se refiere a la ley de Dios, los diez mandamientos. (Lee más sobre ¿Qué es el pecado?). Ahora, uno pudiera flexibilizar estos diez mandamientos para ponerlos a su favor y quedar exento de culpabilidad, pero con eso solamente estaríamos engañándonos a nosotros mismos, ya que la ley de Dios es firme y santa. Pero, hablemos un poco sobre el pecado antes de llegar a nuestro tema, que sería: el peor pecado o, dicho en otras palabras, el pecado por el cual una persona  será condenada en el infierno. Por favor lea hasta el final del artículo para que no se lleve una idea errada sobre el tema que queremos tratar.

Diferentes tipos de pecado

Hay muchas maneras diferentes en que podemos pecar, comencemos directamente con algunos de los mandamientos:

Ahora que hemos entrado en el tema de los pecados que se originan en el corazón, notemos dos mandamientos más y la explicación que Jesús da sobre ellos:

Con esta explicación Dios está dando el significado correcto de estos mandamientos. Sin embargo, los diez mandamientos no son una lista cerrada de lo único que se puede considerar como pecado. Dios es infinitamente puro y santo y todo lo que va en contra a su carácter es pecado. Consideremos aun dos puntos más:

Nuevamente, estas son solamente algunas maneras en las que podemos incurrir en pecado. Mientras más profundizamos en la palabra de Dios más nos damos cuenta que somos pecadores. Buscamos jerarquizar los pecados en «muy malos, malos, no tan malos», para tratar de justificarnos, pensando que hay pecados «aceptables» para Dios, pero la Biblia es clara al decirnos «Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:22-23).

La muerte de Cristo

El pecado merece castigo y, siendo que hemos pecado (tantas veces) contra un Dios santo, perfecto, puro y justo, el Creador del universo, este castigo es la condenación eterna. «Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 6:23). No hay pago alguno que podamos dar a Dios por nuestro perdón ya que lo que merecemos es la muerte. Esta muerte no es solamente la muerte física sino la eterna separación de Dios en el infierno, «la muerte segunda». Pero Jesús llevó el castigo que nosotros merecemos al morir en la cruz. Él no tenía pecado, como nos dice 1 Juan 4:10 «…y no hay pecado en él» y por eso no merecía morir, pero murió por nuestros pecados, sufrió la crueldad de los hombres, pero más aun la ira de Dios fue sobre Él. En la muerte de Cristo la justicia de Dios queda satisfecha. «Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios» (1 Pedro 3:18).

Hágase esta pregunta, ¿por qué tendría una persona que perderse en el infierno? No hay necesidad, Cristo puede, y quiere, salvar
El precio de la salvación es muy alto, costó la vida del bendito Hijo de Dios. No se puede igualar este precio; ni obras, ni dinero, ni penitencias, y por eso Dios la otorga como un regalo. «fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación» (1 Pedro 1:18-19).

Como la salvación es un regalo que está al acceso de todos, no hay excusa para no recibirla. Este regalo se recibe al creer en Cristo como Salvador.

El peor pecado

Todos hemos pecado, quizás unos más y otros menos, pero Dios no puede pasar por alto ningún pecado porque Él es justo. Cuando nos referimos al peor pecado estamos hablando de aquello que a la final determina si una persona es condenada en el infierno o no y se trata del pecado de la incredulidad. Nos dice Juan 3:36 «El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él». Apocalipsis 20 dice algo similar, narrando lo que acontecerá en el juicio final del Gran Trono Blanco «Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego» (v. 15).

Dios no obligará a nadie a ser salvo, sino que cada persona es responsable individualmente
Habiendo una salvación amplia, accesible y completa en Jesucristo; teniendo Él poder para perdonar todos los pecados del que confía en Él «y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo» (1 Juan 2:2), hágase esta pregunta, ¿por qué tendría una persona que perderse en el infierno? No hay necesidad, Cristo puede, y quiere, salvar. Él dijo «…al que a mí viene, no le echo fuera» (Juan 6:37).

Dios ya ha mostrado su amor infinito, no hay nada más grande que Él vaya a hacer para mostrarte lo mucho que te ama y quiere que estés con Él para siempre en el cielo, escapando de la condenación del infierno. «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él» (Juan 3:16-17).
Pero el que es incrédulo y muere, habiendo rechazado la salvación y el amor de Dios no le queda «sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios» (Hebreos 10:27). «Pero los cobardes e incrédulos… tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda» (Apocalipsis 21:8).

Dios no obligará a nadie a ser salvo, sino que cada persona es responsable individualmente. «El que en él [Jesús] cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios» (Juan 3:18). (Lee más sobre ¿Cómo ser salvo?).

Miguel Mosquera

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