Los Atributos de Dios – 2da Parte

MiguelLa Doctrina de DiosLeave a Comment

Continuemos considerando los atributos o perfecciones de Dios. No vamos a mencionar todos, sino algunos de ellos.

Es a través de la revelación de Dios por medio de su Palabra que podemos conocer sobre estas perfecciones divinas. Dios no es como nuestras mentes lo imaginan. Hay quienes se hacen una imagen en sus mentes sobre quien es Dios: “pienso que Dios es amor, pero que no sería capaz de castigar a nadie”, otros, por el contrario, piensan que Dios solamente está buscando la manera de ejecutar su justicia sin mostrar ninguna compasión. Dios no es lo que nosotros nos imaginamos que Él es. En Éxodo 3:14 leemos: “respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY”. Para conocer cómo es Dios debemos ir a las Escrituras para aprender lo que Dios nos revela de Sí mismo.

No moldeamos a Dios a nuestras mentes, más bien, moldeamos nuestras mentes a lo que Dios nos revela de su Persona. Todos estos atributos divinos se muestran de igual manera, es decir, Dios no pone de lado su justicia para mostrar su amor, ni compromete su santidad para poder perdonar. El salmista expresa esto en el Salmo 85:10 cuando dice: “La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron”. Dios actúa en perfecto equilibrio y balance de todos sus atributos.

Dios es Santo

En su visión del trono de Dios, Isaías describe lo que aquellos serafines decían: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria” (Isaías 6:3). Quizás esta es una de las perfecciones de Dios que más encontramos en las Escrituras, especialmente en el Antiguo Testamento. Al menos 30 veces el profeta Isaías hablará de Dios como “el Santo de Israel”. “Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel” (Isaías 12:6). Al pueblo de Israel Dios dijo: “seréis, pues, santos, porque yo soy santo” (Levítico 11:45). 
Las muchas referencias a la santidad de Dios nos hacen ver que Dios siempre ha sido santo y la santidad corresponde a su carácter. No es que Dios procura ser santo, ni tampoco que Dios llegó a ser santo. Diferente de los creyentes, quienes hemos sido “santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos” (1 Corintios 1:1). Dios es Santo.

La palabra ‘santidad’ significa ‘separación’ o ‘apartado’. Podríamos considerar dos aspectos en cuanto a la santidad: “separado de” y “separado a”, donde ambas verdades van juntas. Quizás una manera práctica de entenderlo es usando el lenguaje de Hebreos 1:9, “Has amado la justicia, y aborrecido la maldad”. Podemos ver la santidad en cuanto a ‘separado de’ aquello que es malo, perverso, contaminado: “aborrecido la maldad”; y también en cuanto a ‘separado a’, es decir, ‘atraído a’ lo que es justo, perfecto, puro y recto: “Has amado la justicia”.

En Job 34:10 aprendemos “Lejos esté de Dios la impiedad, y del Omnipotente la iniquidad”, y también en Habacuc 1:13, “Muy limpio eres de ojos para ver el mal”.

Esto implica que el pecador queda separado de Dios a no ser que su pecado sea limpiado. Nuevamente citamos el ejemplo de la visión de Isaías 6: “Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado” (Isaías 6:5-7). Esto sirve como ilustración de la salvación por medio de la fe en Jesucristo: “y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). Es por eso que en 1 Corintios habla de que los creyentes hemos sido “santificados en Cristo Jesús”.

Además de la relación con la salvación debemos mencionar la relación para nuestra vida cristiana. La santidad de Dios viene a ser el estándar de vida del creyente en Cristo Jesús. A eso se refiere la segunda parte del 1 Corintios 1:1 al decir “llamados a ser santos”. El apóstol Pedro lo expresa nuevamente en su epístola: “como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:15-16).

Dios es Misericordioso

Dios le dijo a Moisés: “¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado” (Éxodo 34:6-7). En esta interesante descripción que Dios hace de Sí mismo, tres veces menciona la misericordia.

La misericordia está asociada a mostrar compasión hacia otro. Implica tanto una necesidad de quien la recibe, así como una capacidad de suplir esa necesidad de parte de quien muestra misericordia. Esto se ve claramente identificado en cuanto a Dios y el pecador. El pecador, en la ruina y miseria en que ha quedado por el pecado, viene a ser levantado y restaurado por aquel que tiene compasión y misericordia. Efesios 2:4 lo dice mejor: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente por Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en lugares celestiales con Cristo Jesús”. Dios no está obligado a mostrarse compasivo, pero voluntaria y libremente muestra su misericordia.

Dios es Justo

Moisés, en su cántico, dijo de Dios: “El es la Roca, cuya obra es perfecta, Porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; Es justo y recto” (Deuteronomio 32:4). También David dice: “Porque Jehová es justo, y ama la justicia” y más adelante: “Justo es Jehová en todos sus caminos, y misericordioso en todas sus obras” (Salmo 11:7; 145:17). Palabras como rectitud, pureza, equidad y perfección, nos ayudarían a describir la justicia de Dios. El Sr. James Paterson dice: “La justicia de Dios es la expresión natural de su santidad. Como Él es infinitamente puro, entonces debe oponerse a todo pecado, y esa oposición al pecado es demostrado en su trato a todas sus criaturas. Su justicia demanda que sus acciones hacia nosotros estén en perfecta armonía con su carácter santo. Mientras que su santidad parece hacer referencia con el carácter de Dios, lo que Él es, su justicia se manifiesta en su trato con otros”.

Esto no significa que la justicia sea una fuerza externa que obliga a Dios a actuar de una forma determinada. No hay nada que pueda obligar a Dios. Más bien, Dios es justo y por lo tanto actúa con relación a su carácter interno. Abraham dijo: “El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” (Génesis 18:25).

Para el pecador, que ha transgredido la ley divina, poder ser salvo y perdonado de sus pecados es necesario que la justicia de Dios sea satisfecha. Dios no muestra amor comprometiendo su justicia. Romanos capítulos 1 al 5 tratan con la doctrina del evangelio, explicando como la salvación por la fe en Cristo satisface la justicia de Dios. Entre los muchos versículos veamos Romanos 3:21-22, “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él”.

Dios es Veraz

Hay dos versículos con los que podemos comenzar al considerar que Dios es veraz: “antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Romanos 3:4) y también, “para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo” (Hebreos 6:18).

Dios es veraz y, por lo tanto, siempre habla con la verdad y es imposible que mienta. En Romanos 3 se hace el contraste con relación a los seres humanos quienes “Con su lengua engañan” (Romanos 3:13). En una ocasión el Señor Jesucristo hablaba sobre el diablo y dijo: “El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44). Para el diablo es imposible decir la verdad. La mentira es parte de su ser, así que siempre habrá engaño en sus palabras. Por el contrario, es imposible que Dios mienta, ya que va en contra de su carácter.

Esto nos proporciona tanto seguridad como estabilidad. Todas las promesas de Dios son fieles y Él las ha de cumplir. Todas las profecías de Dios son ciertas y también tendrán cumplimiento. En este momento debemos notar también que Dios es el autor de la Biblia, por lo tanto, todo lo que está allí escrito es verdad. Si bien Dios utilizó seres humanos para transmitir este mensaje, entendemos por 1 Timoteo 3:16 que “toda la Escritura es inspirada por Dios”. Aunque no podamos explicar o entender absolutamente todo en la Palabra de Dios, no hay nada que sea para ser desechado. Dios habla con la verdad, porque no puede mentir.

Dios es Amor

Más allá de que Dios habla palabras de amor o nos da manifestaciones de su amor, el apóstol Juan nos dice con claridad que enseñamos incluso a los niños más pequeños: “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Dios es la fuente del amor, Dios es la definición del amor, Dios ha hecho evidente la muestra más grande del amor: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).

En un mundo que ha torcido tanto el concepto del amor, se hace necesario que miremos a Dios para definir el amor. Una de esas descripciones del amor la encontramos en 1 Corintios 13:4-7, “El amor es sufrido, el amor es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza en la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.

Nunca debemos pensar que hay contradicción entre los atributos divinos. A veces se piensa que la justicia de Dios y el amor de Dios son opuestos y no se pueden acercar ni reconciliar. Más bien, la descripción de 1 Corintios 13 nos enseña lo contrario,  ya que el amor “no se goza de la injusticia”. Así que la justicia y el amor están en perfecta armonía como atributos de Dios. Él no mostrará amor a expensas de su justicia, ni tampoco impartirá justicia a expensas de su amor. De allí la maravilla de la obra de la salvación por medio de la cruz de Cristo, donde Dios satisfizo su justicia al mismo tiempo que mostró su amor al pecador.

El amor busca el bien de aquello que ama. El amor cuida y también corrige. El amor de Dios es:

  • Infinito: no tiene fronteras, “Porque de tal manera amó Dios al mundo” (Juan 3:16).
  • Incondicional e Inmerecido: no necesita una razón para ser mostrado, sino que nace del corazón de Dios: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8)
  • Eterno: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” (Jeremías 31:3)

Esto de ninguna manera implica que todas las personas serán salvas, ni tampoco que como Dios es amor Él no va a castigar a ninguno. Esto estaría en contra de los otros atributos divinos que ya hemos estudiado como su santidad, verdad y justicia. Más bien, el amor de Dios proporciona un medio de salvación y reconciliación por medio del Señor Jesucristo y su costosa obra en la cruz del Calvario.

Dios es Luz

El apóstol Juan nos señala en su epístola que “Dios es luz” (1 Juan 1:5) y también que “Dios es amor” (1 Juan 4:8). No debemos pensar que uno está por encima o es más importante que el otro, pero estos dos versículos nos conectan dos verdades que están en perfecta armonía en el Dios del universo. Sin embargo, es importante notar el orden para no perder de vista la enseñanza de las Escrituras. El evangelio de Juan también sigue esta misma línea de pensamiento al decirnos en el capítulo 1, “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo” (Juan 1:9), y luego pasa a expresar el gran amor de Dios por medio del conocido versículo de Juan 3:16, “Porque de tal manera amó Dios al mundo”.

Desde el principio de la creación nos encontramos con esta verdad que va más allá de nuestras mentes, cómo es que Dios creó la luz en el día 1 y creó el sol, la luna y las estrellas en el día 4. El hombre por siglos ha pensado que el sol es la fuente de la luz, cuando la luz existió primero que el sol.

La luz podemos asociarla a aquello que es puro, vivo, verdadero, limpio, ordenado; nos lleva a considerar el esplendor de la gloria de Dios, ya que muchas veces esa gloria es manifestada por medio de la luz, como cuando Jesús se transfiguró frente a sus discípulos: “resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz” (Mateo 17:2).

De esta misma manera, el creyente debe andar como hijos de luz, reflejando el carácter de Dios con una vida pura, verdadera, honesta y ordenada: “mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” (Efesios 5:8) y también “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:6-7).

Dios es Paciente

Romanos 2:4 nos habla de “las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad”, y luego en Romanos 15:5 nos dice: “el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús”.

Dios nunca actúa apresuradamente, aunque esto no implica que Dios necesita tiempo para pensar las cosas y tomar buenas decisiones. La paciencia de Dios tiene que ver con que Él espera y con que Él soporta. En su espera da oportunidad al pecador para arrepentirse, y al soportar no castiga al pecador al momento de cometer la ofensa sino que espera con paciencia para salvar al pecador de su mal camino (Romanos 9:22).

También en el Antiguo Testamento encontramos al menos 5 veces la expresión “tardo para la ira” en cuanto a Dios, donde se está poniendo en evidencia la paciencia de Dios. Esto no implica que Dios nunca va a ejecutar el castigo, sino que espera primero con el fin de salvar al pecador. El apóstol Pedro también nos lo enseña en su epístola al decir: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).

Hay mucho más que podríamos incluir en este estudio. No hemos mencionado que Dios es Puro (1 Juan 3:3), Dios es Recto (Deuteronomio 32:4), Dios es Fiel (Deuteronomio 7:9), Dios es Bueno (Lucas 18:19), Dios es Salvador (Isaías 45:21), Dios es Compasivo (Santiago 5:11), por mencionar algunos, pero dejamos también para que el lector pueda abundar más en las perfecciones de Dios.

Miguel Mosquera

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