Las obras de la carne – Herejías

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La palabra “herejía” está relacionada a la palabra “escoger” y tiene que ver con el escoger una opinión y empeñarse en aferrarse a ella al punto que crea una división o “partido” (grupo) de personas. Una herejía es el punto de partida de una secta, siendo la secta el grupo de personas ya sectorizado o dividido.

Esta opinión es algo personal, sobre enfatizada y un sustituto de la verdad. Evidentemente, esto no es de Dios, ya que Dios no es Dios de confusión sino de paz (1 Corintios 14:33). La herejía promueve el orgullo, la falsa enseñanza y la división.

Debemos tener cuidado, especialmente en un mundo donde todo tipo de información, buena y mala, está al alcance de nuestras manos con el internet
En el libro de los Hechos leemos varias veces acerca de sectas, lo que nos lleva a pensar que había herejías asociadas a estas sectas. Incluso los religiosos judíos se referían al evangelio como una herejía y a los discípulos del Señor como una secta (Hechos 24:5,14). En este caso ellos estaban equivocados, ya que no era una opinión personal ni tampoco un desvío de la verdad, sino que sus enseñanzas estaban apoyadas en las Escrituras (1 Corintios 15:3-4) y era, claramente, una obra de Dios.

Las sectas en el Nuevo Testamento

Tomemos en consideración dos sectas que prevalecían en los tiempos del Nuevo Testamento:

Saduceos

Leemos directamente de ellos como una secta en Hecho 5:17. Sus raíces vienen del tiempo posterior a la cautividad de Babilonia, muchos años antes del nacimiento de Cristo. Era un movimiento mayormente político, que buscaba incorporar la vida de los griegos en el pueblo de Israel y era una secta que estaba directamente asociado a los sacerdotes y las familias aristocráticas de Jerusalén y Judea. La principal herejía de la secta de los saduceos es que negaban la resurrección y la existencia de seres espirituales (como ángeles). En varias oportunidades, en los evangelios y los Hechos, esto es puesto en evidencia (Mateo 22:23; Hechos 23:8).

Fariseos

Los fariseos eran un grupo religioso en el pueblo de Israel. También tiene su origen en los tiempos postcautiverio y su principal herejía era la tradición de su religión por encima de la Palabra de Dios (Marcos 7:13). El apóstol Pablo los llama “la más rigurosa secta de nuestra religión”, ya que estas tradiciones tenían como fin ir más allá de lo que la ley decía. Una frase común entre ellos era “colocar una cerca a la ley”, dando a entender que la ley necesitaba ser protegida y, por lo tanto, había que ser más estrictos que la ley misma con el fin de evitar quebrantar la ley.

A pesar de que estas dos sectas eran muy diferentes una de la otra (y en la práctica no se llevaban muy bien, algo que aprovechó el apóstol Pablo en su defensa frente a los judíos, Hechos 23:6-9), es lamentable ver cómo se unieron contra el bendito Hijo de Dios con el fin de darle muerte. Por supuesto, era en cumplimiento del Salmo 2, “Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido”.

Las herejías y sectas en nuestros días

Es evidente que las sectas no son algo del pasado ya que en nuestros días hay muchas sectas también, cada una enfatizando sobremanera una opinión especial de algún líder o maestro religioso. Los nombres abundan y siguen apareciendo más y más.

Los falsos maestros con su elocuencia e influencia siguen atrayendo las masas propagando sus falsas enseñanzas, por lo que debemos tener cuidado, especialmente en un mundo donde todo tipo de información, buena y mala, está al alcance de nuestras manos con el internet.

El antídoto contra la herejía

La medicina contra la herejía está en la sana doctrina, es decir, la sana enseñanza del Nuevo Testamento. El apóstol Pablo menciona esta medicina a los ancianos de Éfeso en Hechos 20:27, “porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios”. En las iglesias debe haber sujeción y enseñanza de todas las verdades del Nuevo Testamento, evitando inclinarse sobre una sola de ellas. Nuestras opiniones o tradiciones no pueden estar por encima de la Palabra de Dios, sino que la autoridad está en la Biblia.

El complemento de esta medicina sería la humildad, ya que al aferrarme a una opinión personal para tratar de causar división entre el pueblo de Dios estoy mostrando orgullo (es importante mencionar que se trata de una opinión personal y no una convicción en cuanto a una enseñanza de la Palabra de Dios). Habrá siempre quienes resisten y se oponen a la sana doctrina, pero el consejo que debemos seguir es el mismo que le dio Pablo a Tito: “tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina” (Tito 2:1).

Miguel Mosquera

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