(3) La Lectura de la Biblia – ¿Entiendes lo que lees?

MiguelVida Cristiana

¿Entiendes lo que lees?   Hechos 8.30

Definitivamente, Dios no nos ha dado una guía telefónica o un libro de rectas para la cocina.  Esos son fáciles de usar;  uno busca bajo la letra o el producto de su interés, y allí está la respuesta. Pero son de utilidad muy restringida y de interés muy pasajero.

Pero tampoco nos ha dado simplemente una historia, o sólo un himnario, o apenas un texto de múltiples ciencias sociales y médicas.  La Biblia no es meramente una agenda que abarca siglos sin fin, ni es únicamente un código de la más alta moral.   La Palabra de Dios es todo esto, y mucho más.  Es la manifestación de su Persona.  Es la comunicación de su voluntad.  Es la guía práctica e ilustrada para nuestra conducta.  Es la base de fe y el texto de nuestro mensaje al mundo.  Y es todavía más.  Por ejemplo, ¡las listas de genealogía serán usadas por los judíos en el milenio al establecer de nuevo el servicio del templo!  Como dijo la mujer samaritano, «El pozo es hondo.»

No nos sorprendamos, entonces, si no la entendemos de una vez. El Señor mismo sabía que tendríamos dificultades, ya que al hablar de cuestiones proféticas y mencionar la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, El dijo:  «El que lee, entienda,» Mateo 24.15.  Hay quienes no quieren entenderla.  Israel, por ejemplo, tiene el entendimiento embotado de suerte que, hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda un velo no descubierto, 2 Corintios 3.14.  Nosotros mismos, antes de salvos, nada entendíamos.  El hombre natural –el inconverso– no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para é1 son locura, … porque se han de discernir espiritualmente, 1 Corintios 2.14.

Pero quien quita el velo es Cristo.  No es el creyente inteligente o letrado que entiende la Biblia;  es todo creyente diligente, humilde y sincero.  Si alguno de nosotros tiene falta de sabiduría, pidámosla a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada, Santiago l.5.

Cuando un versículo o un relato le parece difícil de entender, vea primeramente de qué trata el capítulo que lo contiene.  Por ejemplo, aquí donde hemos leído, Felipe comenzó su explicación al etíope «desde esta escritura»  el mismo Isaías 53 donde el hombre estaba leyendo en voz alta.  Así se hace.

¿De qué tiempo, o qué persona, sobre qué tema está escribiendo el autor?  Acuérdese siempre que Dios distingue grandemente entre el judío (Israel), el gentil (los que no son salvos) y la Iglesia de Dios (los creyentes).  Si uno aplica a la Iglesia, por ejemplo, lo que tiene que ver solamente con Israel  —como ha sucedido a menudo en cuestiones proféticas—  grande será la confusión y torcida la enseñanza.

No procure encontrar una aplicación de todos los detalles de una parábola, porque ninguna puede ser usada en totalidad.  Y esto sí:  Acuérdese de la diferencia entre interpretación y aplicación.  Cada relato, cada parábola, tiene una sola interpretación;  a saber, un solo mensaje primario.  Pero puede tener varias aplicaciones;  a saber, es probable que encierra una lección para el creyente, otro para el inconverso, y quizás una aplicación profético también.

Voy a mencionar una vez más que es común aplicar sólo a los que no son salvos muchos versículos que fueron escritos ante todo para regir la conducta del creyente en Cristo.  Los oíamos cuando no éramos salvos, los usamos en la predicación del evangelio, y nos olvidamos de que fueron dirigidos, digamos, a los discípulos o a una asamblea como instrucción en la fidelidad del creyente.

Si el pasaje que le causa problema es una profecía —un aviso de algo que va a suceder más adelante—  acuérdese de que la mayoría de las profecías en la Biblia tienen más de un cumplimiento.  Los maestros bíblicos nos hablan del cumplimiento «cercano» y el «lejano.»  Posiblemente la profecía se cumplió aun en la vida de la persona afectada, y en un sentido más amplio en los días de Jesús aquí, por ejemplo, pero va a tener su cumplimiento definitivo en la gran tribulación, en el milenio y / o en la eternidad.

La próxima pregunta que uno se hace para entender una porción difícil es: ¿Qué más dice la Biblia sobre el mismo asunto?

Compare Escritura con Escritura.  Use su concordancia para ver si la palabra clave figura en otras partes.  Busque las referencias anotadas en el margen de su Biblia.  Pregúntese, por ejemplo, si otro libro de la Biblia tiene un párrafo que dice algo similar.  No se tranque.  Si no puede entender el versículo, acuérdese de cuántas veces Pedro no entendió los dichos del Señor,  pero años después no sólo los entendió por haberlos vivido él mismo, sino que los expuso maravillosamente en sus dos epístolas.

El Espíritu Santo tiene su tiempo y manera de obrar en el corazón de uno. Atesore la Biblia en su corazón.  No se sorprenda cuando escucha o lee, algún tiempo después, un buen mensaje sobre algo que ahora le es claro pero antes le parecía raro.  Toda la Palabra de Dios es útil, pero a veces tenemos que asumir la actitud de un buen uruguayo que nos visitó años atrás y dijo sabiamente: «Cuando me dan una buena chuleta, como la carne y dejo los huesos.  La señora de la casa sabrá qué uso tienen los huesos.»

Usted se desanima a veces en su lectura privada o en familia porque piensa que no se está aprovechando de ella.  Prosiga, y tenga por sabido que vendrá día cuando dirá:  «Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos,» Jeremías 15.16.

D.R.A.