La Carrera Cristiana

MiguelDevocionales, Vida CristianaLeave a Comment

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. (Hebreos 12:1-2)

Hemos venido estudiando varios personajes que están en el capítulo 11 de Hebreos y las grandes hazañas que hicieron por su fe en Dios. El final del capítulo nos hace ver que ellos no son los únicos en las Escrituras y que, por supuesto, tampoco serían los únicos en la historia que serían capaces que obtener grandes logros para Dios por su fe en Él. Pero ellos nos dejan un gran testimonio de que también nosotros podemos ser hombres y mujeres de fe y que Dios también puede usarnos para sus grandes propósitos si ponemos nuestra fe en Él. Tenemos tres acciones que ejecutar:

  • Despojémonos: todo lo que nos impida correr bien debemos dejarlo. Es como el corredor que va a competir no se coloca un abrigo, botas y ropa pesada que lo estorbe, tiene que estar ligero para poder desempeñarse bien en la carrera. El pecado nos estorba en nuestra carrera cristiana, despojémonos de esto.
  • Corramos: esta carrera hay que correrla con paciencia. No se trata aquí de correr rápido, sino de correr bien. De comenzar y terminar la carrera con gozo.
  • Puestos los ojos en Jesús: Él es nuestra energía, quien nos guía y por quien debemos correr bien. Él también llevó a cabo tres acciones por nosotros: (1) sufrió la cruz; (2) menospreció el oprobio y (3) se sentó a la diestra del trono de Dios.

Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios. (Hechos 20:24).

Pon tus ojos en Cristo,
tan lleno de gracia y amor,
y lo terrenal sin valor será
a la luz del glorioso Señor.

Romer Miguel Mosquera

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