Iglesia en Filadelfia

MiguelIglesias de ApocalipsisLeave a Comment

La iglesia de Filadelfia es una de las dos Iglesias a las cuales el Señor Jesucristo no hace ningún reproche. En la región de Asia había iglesias que habían comprometido la verdad y habían permitido que la maldad entrara en la congregación. También estaba la iglesia en Filadelfia, no era la más grande o la más fuerte, pero era una iglesia fiel al Señor y a su Palabra. 

La Ciudad de Filadelfia 

Filadelfia es la única ciudad de las mencionadas en los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis que no era una ciudad importante. Fue fundada por Atalo II Filadelfo, rey de Pérgamo, quien reinó entre los años 160 a 138 a.C. Estaba ubicada en el valle del Río Cogamus y a unos 32 kilómetros del Volcán Catacecaumene (hoy día Kula). La actividad volcánica hacía la región propensa a constantes terremotos, uno de los cuales destruyó prácticamente la ciudad entera en el año 17 d.C. Es posible que estos terremotos fueran la razón de la pobreza entre la población de Filadelfia. 

A pesar de ser una ciudad pequeña había una presencia de judíos en ella que permitía tener una sinagoga.  

El nombre Filadelfia significa “amor fraternal”. El nombre viene de la palabra griega ‘filadelfos’, a la que Pedro hace referencia en su primera carta – “Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables” (1 Pedro 3:8). Estas virtudes deben caracterizar una iglesia local, como lo era Filadelfia. Es llamativo que la iglesia a la cual el Señor no reprocha nada tenga este nombre, dándonos a entender que la comunión y armonía entre los hermanos era evidente en esta iglesia. 

La Característica de Cristo 

Cristo se presenta a la iglesia de Filadelfia con tres títulos o características: el Santo, el Verdadero y el que tiene la llave de David. 

  • Santo: Este es un título divino usado ampliamente en las Escrituras, especialmente en la profecía de Isaías, donde aparece más de 30 veces. Este mismo nombre es usado en cuanto al Señor Jesucristo al menos 5 veces en el Nuevo Testamento: en su nacimiento (Lucas 1:3), en su ministerio (Marcos 1:24), en su muerte (Hechos 3:14), en su resurrección (Hechos 2:27) y aquí, en Apocalipsis 3:7, en gloria. Esta es una muestra de la deidad del Señor Jesucristo. 
  • Verdadero: Como un nombre aparece en dos ocasiones en el libro de Apocalipsis, está asociado con un atributo de Cristo como es la verdad. Juan comienza su evangelio diciendo que Cristo era “lleno de gracia y de verdad”, y luego que “la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1:14,17). Esto va más allá de que Cristo habló la verdad, lo cual es cierto, pero es que Él es la verdad: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). 
  • El que tiene la llave de David: Nuevamente el Señor utiliza lenguaje del libro de Isaías: “Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá” (Isaías 22:22). Es una posición de mayordomo, de responsabilidad. En la profecía de Isaías había el primer cumplimiento cuando se le quitaría la mayordomía a Sebna y se le daría a Eliaquim hijo de Hilcías. En Apocalipsis, vemos que el cumplimiento final es en el Señor Jesucristo. Es una posición de autoridad porque es la llave de David, a quien Dios dio el pacto sobre el trono de Israel. Tener la llave es una muestra de confianza y fidelidad en el servicio. Esto es en particular llamativo con respecto a Filadelfia porque allí se encontraba una sinagoga de falsos judíos a quien el Señor llama “sinagoga de Satanás” y que se opondrían a la obra de Dios en Filadelfia. 
    La descripción siguiente – “el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre” refuerza la idea de responsabilidad y autoridad dada al que tiene la llave. Nadie se puede oponer a lo que el Señor está haciendo. Él actúa siempre en conformidad con la voluntad de Dios y por eso se le ha dado tal confianza.
La Condición de la iglesia 

La descripción de la iglesia comienza como lo hace con todas las iglesias: Yo conozco tus obras. Es la mirada escudriñadora del Señor Jesucristo que tiene un conocimiento absoluto, aún de lo más secreto. 

La autoridad del Señor estaría a favor de la iglesia porque dice: “he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar” (v.8). Esta puerta abierta se refiere a la clara oportunidad dada por el Señor para predicar el evangelio (Hechos 14:27; 1 Corintios 16:9; 2 Corintios 2:12). Cuando el apóstol Pablo escribió primera de Corintios refirió que había una puerta grande y eficaz en Éfeso, donde él se encontraba en ese momento. Luego dijo “y muchos son los adversarios”. Es claro que cuando hay una clara oportunidad para predicar el evangelio habrá oposición de parte del enemigo de que las personas sean salvas. Él es el que roba la semilla, el que siembra la cizaña; él está en constante actividad para estorbar la obra de Dios. La asamblea en Filadelfia era pequeña, porque dice “tienes poca fuerza”. ¡Cuán fácil sería para el diablo callar a esta pequeña iglesia e impedir que siguieran predicando, sin embargo, el Señor los anima, diciendo: “la cual nadie puede cerrar”. El Señor había abierto esta puerta y se mantendría abierta todo el tiempo que el Señor lo permitiera. Ni siquiera las fuerzas de las tinieblas podían arrebatar la oportunidad para propagar la verdad. El Señor nos ayude a aprovechar las oportunidades que se nos presentan para compartir la verdad del evangelio y nos anime a seguir haciéndolo. Hay muchas maneras en que se puede compartir el evangelio: repartiendo literatura, estudios bíblicos privados, escuela bíblica, visitas; pero es importante que una iglesia nunca deje de lado, o en segundo plano, la predicación pública del evangelio. 

Algunos historiadores refieren que la ciudad de Filadelfia era una ciudad misionera, porque promovía el idioma y la cultura griega a otros lugares. Quizás este trasfondo resultaría en que la iglesia en Filadelfia fuera también una iglesia misionera, llevando el evangelio a otros lugares. 

He hecho referencia a que la expresión “tienes poca fuerza” se refiere a que la iglesia era pequeña. Los creyentes en Filadelfia podían no generar ningún interés de parte del mundo de entonces, que se impresionaba por lo grande, sin embargo, no dejaban de ser preciosos a los ojos de Dios. Es bueno recordar una historia del Antiguo Testamento cuando los filisteos se habían reunido para pelear con el ejército de Israel, al comando del rey Saúl (1 Samuel 13 y 14). En el ejército de Israel solamente tenían espada Saúl y Jonatán. Saúl siempre fue un hombre cobarde, pero Jonatán fue un hombre muy valiente. Jonatán salió solo con su criado a pelear contra los filisteos, porque tenía la convicción: “quizá haga algo Jehová por nosotros, pues no es difícil para Jehová salvar con muchos o con pocos” (1 Samuel 14:6). Dios les dio una gran victoria sobre los filisteos. Esta no es la única ocasión, podemos pensar en Gedeón y sus trescientos hombres (Jueces 7:7), Sansón cuando mató a mil con una quijada de asno (Jueces 15:15), o David y sus valientes que vencieron un gran ejército (2 Samuel 23:9-10). Aunque la iglesia de Filadelfia era pequeña, Dios estaba de su lado. Ellos se podrían identificar con las palabras del apóstol Pablo en 2 Corintios 12:10 cuando dijo: “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. 

Lo importante no es el número, sino la fidelidad al Señor. Esto caracterizaba esta iglesia: “has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre” (v.8). Esta fidelidad al Señor era motivada por amor al Señor, ya que el Señor Jesús cuando estaba con sus discípulos en el aposento algo, les dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). Hay muchos que dicen que aman al Señor, pero tienen en poco su palabra. La toman a conveniencia de acuerdo con sus propios pensamientos. Quien verdaderamente ama al Señor guardará su palabra. No habían negado su nombre a pesar de la presión del mundo en querer que lo hicieran. Nos viene a la mente la experiencia de Pedro entre los enemigos del Señor, cuando sintió la presión de ellos negó al Señor. El mundo siempre buscará que el creyente niegue a su Señor y sus ataques van dirigidos con ese fin. El Señor alaba la firmeza de los creyentes en Filadelfia soportar los ataques y mantenerse fieles al nombre de Cristo. 

Mientras el Señor abría la puerta de oportunidad para el evangelio en la ciudad de Filadelfia, el diablo levantaba hombres que se opusieran a la obra de Dios. El Señor les llama “sinagoga de Satanás” conformada por los que “dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten” (v.9). Estos eran judíos de nacionalidad, pero no en la práctica (Mateo 3:9; Romanos 2:28). El Señor también experimentó la oposición de este tipo de judíos. Ellos se jactaban de ser descendencia de Abraham, pero el Señor les dijo: “Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais… Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:39-44). Éstos judíos se opusieron al ministerio del Señor Jesucristo (Juan 8:40), al de los doce apóstoles en Jerusalén (Hechos 5:40), al de Pablo durante sus viajes misioneros (Hechos 14:2) y también se estaban oponiendo a la iglesia en Filadelfia. Eran judíos externamente y aparentaban mucha piedad, pero eran “semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia” (Mateo 23:27). Un creyente también puede ser usado por el enemigo para poner tropiezo a la obra de Dios (Mateo 16:22-23). El Señor nos guarde de quienes se oponen al evangelio y nos guarde a nosotros de estorbar la obra de Dios – “Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1 Corintios 3:17). 

Estos enemigos del evangelio serían doblegados, no por los creyentes en Filadelfia, sino por el Señor. Estos hombres se postrarían en adoración. Ahora, al postrarse a los pies de los creyentes no significa que estarían adorando a los creyentes, sino se postrarían en adoración a Dios en presencia de los creyentes en Filadelfia. Es la misma escena descrita en 1 Corintios 14:24-25 donde la iglesia está reunida y alguien que no es salvo “postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros”. De manera, que sugiero que estas personas que una vez se opusieron a la obra de Dios serían salvas por la fe en el Señor Jesucristo, y que reconocerían que el Señor los había amado. ¡Qué maravilla de la gracia de Dios que estos enemigos del evangelio serían ganados para el evangelio y para la gloria de Dios! 

¡Qué preciosas palabras del Señor a esta iglesia “yo te he amado”! El Señor tenía una gran estima por este pequeño grupo de creyentes. El apóstol Pablo dice a los ancianos en Éfeso sobre “la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hechos 20:28). Hay una conexión entre el amor de Cristo y la obediencia de los creyentes. Cristo nos amó de tal manera que murió por nuestros pecados, nos salvó por su misericordia, ahora le amamos a Él porque Él nos amó primero y esto nos mueve a guardar sus mandamientos en amor a Él. Este es el propósito divino en la iglesia. Estos creyentes en Filadelfia habían llegado a apreciar el amor del Señor y los había llevado a ser obedientes a su Palabra. 

El v.10 dice “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra”. Esta es una referencia al tiempo de la tribulación por tres razones: 

  • Se trata de un evento futuro: “te guardaré” 
  • Es un evento universal: “ha de venir sobre el mundo entero”, no se trata de algo ocurrido en Israel, o en el imperio romano, ni tampoco en la ciudad de Filadelfia solamente 
  • Va dirigido a “los que moran sobre la tierra”: esta es una expresión usada en el libro de Apocalipsis en varias ocasiones refiriéndose a incrédulos en el juicio de la tribulación (Apocalipsis 6:10; 8:13; 11:10; 12:2; 13:8,12,14; 14:6; 17:2,8) 

James Allen señala tres cosas en este versículo 10: 

  • El Tiempo de la Tribulación: “la hora de la prueba”. No se refiere a una hora en específico sino a una ocasión. Aunque la tribulación durará 7 años, esto comparado con la historia de la humanidad es apenas una hora. 
  • El Lugar de la Tribulación: “ha de venir sobre el mundo entero”. No era un período de prueba que vendría sobre la ciudad de Filadelfia (como sería el caso de Esmirna), sino sobre el mundo entero. Se trata evidentemente de la tierra habitada. 
  • El Propósito de la Tribulación: “para probar a los que moran sobre la tierra”. Los acontecimientos de la tribulación servirán para exponer a los moradores de la tierra por lo que realmente son. Estos eventos los llevarán a blasfemar a Dios (Apocalipsis 13:6; 16:9,11,21). 

Esto indica que el arrebatamiento o el rapto ocurrirá antes de la tribulación, por lo tanto, la iglesia no estará en la tierra para el tiempo en que la ira de Dios se derrame sobre el mundo (ver también 1 Tesalonicenses 1:10). 

La referencia a la venida del Señor en el v.11 es diferente a la que ha hecho a Éfeso y Pérgamo (2:5,16), donde especifica “vendré pronto a ti”. Esta referencia a “he aquí, yo vengo pronto” va en conexión con Apocalipsis 22:7,12,20 refiriéndose al arrebatamiento. Estas son palabras de consuelo para los creyentes allí, como las habló también el apóstol Pablo a los creyentes en Tesalónica – “Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:18). 

La Compensación del creyente 

No hay palabras de reproche ni de corrección para la iglesia de Filadelfia, por lo que finalizamos con la promesa del Señor para el que venciere. 

“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí” (v.12). Una columna es símbolo de estabilidad, firmeza y permanencia. Historiadores relatan que el terremoto que azotó la ciudad de Filadelfia el año 17 d.C. había hecho que casi la población entera de Filadelfia tuviera que salir de la ciudad y vivir en tiendas a las afueras por un tiempo por temor de regresar a sus casas, debido a las réplicas de temblores subsiguientes. El Señor les da la promesa que eso no iba a ocurrir en cielo, nunca habría una contingencia de evacuación, no habría temor de que un terremoto fuera a quebrar las columnas del templo de Dios. Ningún temor, porque habrá estabilidad y seguridad. 

Hay otra ilustración con relación al templo de Dios. Cuando Salomón construyó el primer templo en Jerusalén hubo una gran cantidad de personas involucradas en la construcción del templo. Solamente en la labor de cortar las piedras de cantería, cortar madera y llevar las cartas había 183.000 personas involucradas, eso no incluye las personas que tenían que trabajar en el templo mismo ni tampoco todos los de Tiro que ayudaron en la obra de construcción del templo de Salomón. Cuando se terminó la obra del templo, dice: “cuando los sacerdotes salieron del santuario, la nube llenó la casa de Jehová. Y lo sacerdotes no pudieron permanecer para ministrar por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová” (1 Reyes 8:10-11). Imagine a esta multitud que trabajó en la construcción del templo contemplando la grandeza y hermosura de la casa de Dios sin poder entrar allí, porque la presencia de Dios había llenado la casa. ¡Qué diferencia con la iglesia en Filadelfia! El primer templo: no pueden entrar; la promesa al creyente: nunca vas a salir. ¿Qué hace la diferencia? El que hace la promesa es quien ofreció el sacrificio por nuestros pecados y nos ha abierto la entrada a la misma presencia de Dios. 

En esta columna habrá tres nombres: 

  • El nombre de mi Dios: Dios mismo se identifica con estos creyentes, y no solamente con ellos, sino con nosotros también. Podemos decir de los creyentes de Filadelfia como se dijo de aquellos héroes de la fe descritos en Hebreos 11 – “Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad” (Hebreos 11:16). 
  • El nombre de la ciudad de mi Dios: esta ciudad es identificada como la Nueva Jerusalén. La vieja Jerusalén es descrita en Apocalipsis 11:8 como “la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado”, mientras que la Nueva Jerusalén es “la santa ciudad… el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:2-4). 
  • Mi nuevo nombre: no sabemos cuál sea ese nuevo nombre, pero sin duda un nombre glorioso y precioso. Estos creyentes que no negaron el nombre del Señor en medio de intensa presión y persecución, sería inscrito el nuevo nombre de Cristo para siempre. Sería un honor para ellos, porque tienen en alta estima el nombre de Cristo 

Creyentes que han sufrido y servido recibirán recompensa de parte de Dios. Como lo dice Hebreos 6:10 – “Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún”. 

Miguel Mosquera

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