¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina!Isaías 52:7
La semana pasada notábamos que delante de los ojos de Dios la santidad es belleza. Mientras que el mundo exalta lo externo Dios mira el corazón. Aquí tenemos algo más de lo que para Dios es hermoso: ¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas! El apóstol Pablo en Romanos 10 lo aplica al que anuncia el evangelio, por supuesto, este mensaje que fue «anunciado primeramente por el Señor» (Hebreos 2:3).
Los pies nos hacen pensar en el andar. Al contemplar al Señor Jesucristo en su vida aquí en la tierra nos vamos a dar cuenta que su andar iba de acuerdo al mensaje que predicaba. A partir del capítulo 40 de Isaías podemos notar varias referencia al Siervo de Jehová, el Señor Jesucristo. Una de las características que se nos da de Él es cuando Dios dice «mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento» (Isaías 42:1). Su vida y su mensaje compaginaban. Así como las Escrituras nos exhortan a «Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo» (Filipenses 1:27).
El mensaje que trae es un mensaje glorioso, digno de compartir. ¿Cómo callar las buenas nuevas, la paz, las nuevas del bien, la salvación? Hay que compartirlo. Cristo no buscaba publicidad pero tampoco perdió ninguna oportunidad para anunciar a las multitudes o en privado este glorioso mensaje de esperanza y vida eterna. Busca tú también oportunidades para compartir este mensaje con otros.
El Señor siempre buscó glorificar a Dios, así como este mensajero que proclama: ¡Tu Dios reina! Los fariseos y religiosos buscaban la gloria para sí mismos y atraer la atención de las personas pero Cristo buscaba la gloria de Dios. Así mismo debe ser con nosotros, para que Dios sea glorificado.
¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas! Incluso en el monte Calvario donde los pies de nuestro Salvador fueron clavados a una cruz, estaban sujetos, no estaban en movimiento, pero cómo aun allí nos han traído gran bendición. ¡Cuán hermosos son!
Miguel Mosquera
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