Consejos para Cristianos en Crisis: Valor para Compartir el Evangelio

MiguelVida CristianaLeave a Comment

Desde nuestros primeros años de vida el compartir puede ser difícil. Cuando obtenemos algo bueno no queremos compartirlo, sino más bien conservarlo para nosotros mismos. Compartir las buenas noticias del evangelio también puede ser difícil, pero no porque se estén acabando nuestras posesiones. ¿Por qué a veces es difícil compartir el evangelio? Con frecuencia es debido a que sentimos temor por las consecuencias que pueda traer. Se van a reír y burlar de nosotros. Perderemos amigos. La familia se va a molestar. No sabremos qué decir; y así continúa la lista larga de posibilidades. Mientras más grandes parezcan ser las consecuencias, entonces más valor necesita una persona de compartir el evangelio. Mucho depende de la audiencia. Familia, amigos, compañeros de trabajo, vecinos y transeúntes, todos traen sus propios obstáculos que hay que vencer. No hay una fórmula única que te dará confianza para cada escenario, pero las Escrituras contienen muchos ejemplos de evangelismo personal y dan enseñanzas y principios que nos inspiran y guían.

Comienza con Oración

El hecho que muchos requieren de valor para compartir el evangelio no es algo nuevo. Incluso Pablo pidió a los creyentes en Éfeso que oraran por valentía: “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio” (Efesios 6:18-19). Orar por oportunidades y valor, y también por individuos que tenemos en la mira o por quienes sentimos peso en nuestros corazones, es un primer paso Escritural hacia compartir las buenas nuevas.

Prepárate para compartir

En su primera epístola Pedro dice, “santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15). El tener un versículo en mente, el relato de tu propia conversión, o algún vínculo al evangelio te da valor para hablar. Dios puede, y lo va a hacer, llamarnos a testificar sin tener ninguna preparación y Él proveerá de su gracia. Otras veces, al buscar oportunidades, podemos considerar temas que ayuden a iniciar la conversación y llevarla hacia el evangelio. Esto es claramente visto en Juan 4, cuando nuestro Señor Jesús va intencionalmente al pozo en Sicar y, al pedir agua, usa esta oportunidad para compartir las buenas nuevas del don de Dios. Él uso una necesidad universal y un evento diario muy común para compartir las verdades eternas. Viajes, compras y reuniones casuales con familia y amigos pueden proveernos de situaciones similares de “momentos junto al pozo” modernos. Llevar contigo algunas tarjetas con versículos o tratados es una manera de prepararse y darte un apoyo al compartir las buenas nuevas del Salvador del mundo. Sin embargo, por muchas razones, el termo de agua de tu amigo no necesariamente será el método adecuado para compartir el evangelio.

Compártelo con cariño

La vida de cada creyente debe ser esa antorcha descubierta brillando la luz del evangelio en medio de este mundo oscuro. La luz de la verdad puede ser compartida de forma silenciosa a través de calcomanías en los carros, tarjetas con versículos, tratados, tweets y publicaciones en las redes sociales. Las oportunidades vendrán, algunas veces en la forma de preguntas de parte de otro, lo cual va a requerir que la luz de la verdad sea vista. Es la luz del glorioso evangelio de Cristo lo que debe resplandecer en sus mentes oscuras. Aunque la verdad es incambiable, nuestras oportunidades para compartirla varían. La audiencia, tiempo, lugar, todos representan sus retos particulares lo cual requiere de valentía. Vamos a hablar a nuestros familiares cercanos de una manera diferente a como le hablaríamos a alguien desconocido que va por la calle (lo cual, a veces, puede resultar más fácil debido a que aquel desconocido no nos conoce bien). Sin embargo, podemos ser las únicas personas con la oportunidad de compartir el evangelio con nuestros familiares.

El hombre de Gadara, en Marcos 5, quería seguir al Señor Jesús después que fue sanado. Pero el Señor le dijo que fuera a su casa y les hablara de las grandes cosas que el Señor había hecho con él. Sus instrucciones fueron específicas: “Vete a tu casa, a los tuyos”. Su experiencia había sido definitiva, dramática y personal, así que tenía una historia que contar. Estaba motivado por el gozo todavía fresco y la instrucción de su nuevo Señor. Su familia y vecinos que conocían a este hombre verían una tremenda diferencia en él, así que su nueva vida daría un peso tremendo a sus palabras, al ver la evidencia de las grandes cosas que Dios había hecho. Cuando se trata de familia, en vez de predicar un mensaje, un relato de las grandes cosas que Dios ha hecho con nosotros pudiera ser mejor recibido.

Consistentemente en todas las ocasiones estaban listos para compartir la verdad y señalar a Cristo
Los discípulos frecuentemente entraron en contacto con aquellos en áreas públicas y en las calles. Pedro y Juan respondieron rápidamente al hombre que estaba pidiendo limosnas a la puerta del templo. Ellos no tenían dinero en ese momento para darle, pero le dieron lo que tenían. Continuando a lo largo del libro de los Hechos encontramos ejemplos de los discípulos en diferentes ambientes, compartiendo lo que sabían con mendigos y jefes de estado, igualmente. Algunos fueron encuentros uno-a-uno, como cuando Felipe le habló a aquel etíope. Otros les hablaron a grupos de personas. Algunas audiencias (tales como Cornelio y su familia) fueron receptivas, mientras que otros (como aquellos con quienes se encontraron Esteban y Pablo) estaban agitados y enojados.

Los escenarios variaban, pero consistentemente en todas las ocasiones estaban listos para compartir la verdad y señalar a Cristo. Las palabras de Pablo a un rey en Hechos 26 fueron, “habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles” (Hechos 26:22-23). El tiempo de los apóstoles ha pasado ya hace mucho tiempo, pero nosotros, también, podemos compartir lo que sabemos y compartir lo que tenemos con aquellos alrededor de nosotros con necesidad espiritual. Como nuestro Salvador dijo, “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres” (Mateo 5:16).

Paul Barnhardt
Tomado de Truth & Tidings
Usado con permiso

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