Romanos 16 – Un vistazo al tribunal de Cristo

MiguelVida CristianaLeave a Comment

El capítulo 16 de Romanos es una serie de saludos que el apóstol envía a creyentes en Roma. De las epístolas es la que contiene más nombres de personas en su despedida.

De cada uno de los creyentes hay algo positivo que decir que nos muestran cualidades de su servicio.

Hay mujeres mencionadas, así como hombres. Mujeres: 9 (aprox.); Hombres 19 (aprox.). Sin embargo, el nombre más preminente en este capítulo es el de Cristo, que aparece unas 12 veces. Cristo es quien tendrá la preeminencia y la gloria en el tribunal de Cristo. Las recompensas y alabanzas que el Señor dé a cada creyente no serán para gloriarnos nosotros mismos o para presumir nuestras coronas sino para que la gloria sea para Él.

A cada creyente el Señor está evaluando nuestro servicio, nuestra vida, nuestros sufrimientos.

El apóstol resalta varias cosas en relación a estos creyentes. No significa que esto será lo único que Cristo evaluará de cada creyente, pero son algunas de las cosas:

El trabajo en el Señor

Nuestro servicio en la obra del Señor. ¿Qué tan involucrado estoy? Hay actividades y ministerios diferentes para cada uno. Ninguno de ellos es más importante que otro. El Señor nos ha dado una o más capacidades para que las usemos en su servicio.

Trifena y Trifosa (v.12), nos enseñan sobre la COMUNIÓN en el trabajo. El trabajar juntos es un privilegio que el Señor nos da. Cada uno tiene un trasfondo diferente al otro, familias diferentes, personalidades diferentes. ¿Cómo es posible que con tanta diversidad pueda haber unidad? El mandamiento que el Señor dio a sus discípulos, fue: «que sean uno, así como nosotros somos uno». El Señor Jesucristo los envió de dos en dos. Hay muchas cosas que tenemos en común cuando se trata del servicio al Señor. Tenemos un mismo Maestro: el Señor Jesucristo. Seguimos los mismos métodos: la Palabra de Dios. Debemos tener la misma meta: glorificar a Cristo. Pero de Trifena y Trifosa no solamente aprendemos la comunión en el servicio a Cristo, pero también la CONSTANCIA. Se dice de ellas «las cuales trabajan en el Señor». El verbo está en tiempo presente. Ellas eran constantes. Personas que tenían compromiso con la iglesia local, personas a las cuales se les podía dar una responsabilidad y llevarla a cabo. Muchas veces somos inconstantes en nuestro servicio. Somos capaces de hacer algo por poco tiempo, o algo puntual. Cristo fue constante. Nunca miró atrás, ni vaciló para terminar la obra que tenía para hacer. No dejó nada incompleto. Fue «obediente hasta la muerte, y muerte de cruz».

María (v.6) y Pérsida (v.12). También estas dos hermanas nos enseñan en relación al servicio. Nos hacen aprender algo sobre el LÍMITE de nuestro servicio. ¿Qué tanto somos capaces de hacer para el Señor? Ellas «trabajaron mucho». Para estas dos hermanas siempre había algo más que hacer, nunca quedaban conformes. De estas creyentes no solamente aprendemos del límite de nuestro servicio, pero también del LEGADO en nuestro servicio. ¿Qué estamos dejando para las generaciones futuras?
El Señor Jesucristo nos dejó ejemplo que podemos (y debemos) seguir. Hebreos 13 nos habla de pastores que dieron ejemplo también y les dice a los creyentes «considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe» (Hebreos 13:7).

La Tribulación por el Señor

El apóstol habla de aquellos que sufrieron por el Señor. Menciona a Priscila y Aquila: «que expusieron su vida por mí», la traducción exacta sería «pusieron su cuello por mí», en donde la palabra «cuello» está realmente en singular. Este era un matrimonio de creyentes, había unión y armonía en todo aspecto de su vida. Así debe ser el matrimonio cristiano. Lleva la idea de uno que está yendo a la guillotina o a la horca, al lugar de ejecución y voluntariamente pone su cuello para que lo ejecuten. Estos creyentes estaban dispuestos a dar incluso su propia vida. ¿Qué están haciendo ellos? No están más que imitando a Cristo, quien puso su vida voluntariamente por otros. «El Hijo del Hombre no vino para ser servido sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos». En este capítulo leemos sobre matrimonios (Priscila y Aquila), leemos sobre «casas», que quiere decir más bien «familias» (la casa de Narciso), leemos sobre un hombre y su madre (Rufo y su madre), es decir, parte de una familia, se lee de creyentes individuales, no se nos dice si eran los únicos creyentes en su familia, pero es muy probable que entre los muchos nombres individuales que se mencionan, muchos de ellos hayan sido los únicos creyentes en sus familias.

Se mencionan a «Andrónico y a Junias, mis parientes y mis compañeros de prisiones». El apóstol Pablo estaba preso, pero él no era el único, había otros que también estaban encarcelados.

Obviamente todos habían sido encarcelados por causa del evangelio, injustamente. Cristo conoce también del trato injusto que nos han dado otras personas y lo que, como creyentes, hemos tenido que sufrir por Cristo. «Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún» (Hebreos 6:10)

El Trato a los creyentes
Qué solemne pensar en el momento frente al Señor cuando me pregunte: Miguel, ¿por qué en tantas ocasiones en tu vida Yo no tenía el primer lugar? ¿Por qué cuando en las decisiones en tu vida no me tomabas en cuenta? ¿Por qué te importaba más la aprobación de otros que la aprobación mía?
También tenemos ejemplo sobre algunas personas y su relación con otros creyentes. Febe, se nos dice que «ha ayudado a muchos, y a mí mismo». También se dice de Andrónico y Junias que eran «muy estimados entre los apóstoles». Epeneto, Amplias y Estaquis eran «amados míos». Romanos 14 nos enseña sobre el trato a otros hermanos, debemos tratarlos a todos por igual, porque todos somos «del Señor». En 1 Corintios 8:11 también habla del hermano débil y dice de él «por quien Cristo murió». El Señor Jesucristo en Mateo 25 habla sobre personas que «Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí» Ellos preguntarán: «Señor, ¿cuándo…?» Y el Señor les responderá «De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis». Lo que hacemos a otros creyentes es lo que estamos haciendo a Cristo mismo.

También se menciona a la madre de Rufo de quien dice el apóstol «su madre y mía». Esta hermana había sido tan apreciada por el apóstol, porque lo había tratado como a su propio hijo. El cuidado que ella había tenido por él, su interés, buscar suplir a sus necesidades.

El Testimonio en nuestra vida

Hay una expresión que se destaca y me gusta de uno de los nombres mencionados en Romanos 16: «Apeles, aprobado en Cristo». ¡Qué seguridad y garantía que todo creyente saldrá del tribunal de Cristo aprobado! Ninguno será evaluado su vida y luego echado al infierno por no cumplir con los requisitos que Cristo pone. Somos vistos «en Cristo». Pero nos pone un tremendo reto en relación con la manera que vivimos. ¿Estamos aquí para buscar la aprobación de los hombres o la aprobación de Cristo? Pablo escribe a los filipenses y les dice «Todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús». Qué solemne pensar en el momento frente al Señor cuando me pregunte: Miguel, ¿por qué en tantas ocasiones en tu vida Yo no tenía el primer lugar? ¿Por qué cuando en las decisiones en tu vida no me tomabas en cuenta? ¿Por qué te importaba más la aprobación de otros que la aprobación mía? El Señor vivió siempre para hacer la voluntad de Dios. Esa era la prioridad. Personas se le opusieron, le criticaron, le menospreciaron, le acusaron injustamente. Es por eso que el apóstol Pedro dijo correctamente de Él: «Jesús nazareno, varón aprobado por Dios» (Hechos 2:22).

Miguel Mosquera

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