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Hablemos sobre: Liderazgo – ¿Por qué quiero ser un líder?

Todos tenemos el potencial de ser líderes, en una esfera u otra, así que tú también tienes ese potencial. En algunos casos una persona puede tener de forma natural una personalidad de líder mientras que en otros casos necesitamos desarrollar esas características. Pero cualquiera sea tu caso es muy importante comenzar por los motivos correctos: ¿por qué quiero ser un líder?

Examinemos tres razones por las cuales ser un líder, dos de ellas son motivos incorrectos y el último es la razón por la cual Cristo se motivaba a ser líder:

¿Quiero popularidad?

Cuando leemos los evangelios nos damos cuenta que los líderes en los tiempos del Señor Jesucristo siempre estaban buscando la atención para ellos mismos y de allí la envidia que le tenían a Jesús, por eso decían «Mirad, el mundo se va tras Él» (Juan 12:19).

Jesús dijo de ellos que «hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí.» (Mateo 6:5). Sus oraciones, ayunos y limosnas siempre eran hechos en público con el fin de llamar la atención (Mateo 6:2,5,16).

Uno de los mayores peligros de este motivo es que el líder se convierte en una persona hipócrita y por eso Cristo usó este término para describir a escribas y fariseos de su tiempo.
Al estar siempre buscando llamar la atención este tipo de líder solamente tiene la mirada puesta en sí mismo y falla en su objetivo de ayudar y guiar a otros. En muchos caso su liderazgo es muy débil porque para ganar popularidad muchas veces tiene que comprometer sus convicciones con el fin de agradar a todos. Es un líder muy superficial con un liderazgo muy inestable.

En la tentación, el diablo ofreció a Jesús popularidad instantánea: «Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo» pero Jesús no accedió sino que le dijo «Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios» (Lucas 4:9,12).

¿Quiero poder?

Si bien el líder es alguien que tiene autoridad y toma decisiones importantes, el poder no debe ser un móvil para convertirme en un líder. El poder corrompe y fácilmente el que anhela poder puede abusar de él.
Absalón es un ejemplo de esto. Su anhelo era ser rey y tener el poder y la autoridad. Su manera de resolver las cosas era a la fuerza. Tal era su ambición que no le importaba lo que costara llegar al trono, así tuviera que matar a su propio padre.

Absalón usó la violencia y el engaño para llevar a cabo su objetivo. El final de la historia es trágico para el mismo Absalón. En el tiempo de los reyes muchos procuraron llegar al trono a la fuerza, anhelando el poder, y lo hicieron asesinando al rey y usurpando el trono. El resultado de esta actitud es que ellos mismos fueron asesinados también y usurpados por otro.

Satanás le ofreció poder al Señor Jesucristo al darle todos los reinos del mundo, pero Cristo le dijo «Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás» (Lucas 4:8).

¿O quiero influenciar y ayudar a otros?
Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis
El Señor nos enseñó de una manera diferente, Él no buscaba ni popularidad ni poder. En varias oportunidades después de hacer un milagro le decía a las personas que no dijeran a nadie lo que se había hecho, no porque estuviese haciendo algo malo y tenía que ocultarlo, sino para no regar su fama.
Su vida se caracterizó por la humildad. No buscaba poder, por eso no se unió ni a los líderes de Israel ni a los líderes romanos. No se sublevó a la autoridad tampoco para obtener poder. Pero sin duda que Jesús fue un gran líder. Su cuidado e interés por las personas, su deseo de ayudarles, de conocer sus problemas, de ofrecer soluciones, fueron una muestra de su liderazgo y Dios se agradó de ello.

Él mismo dijo: «Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve.» (Lucas 22:25-27).

El Señor Jesús siempre practicó lo que enseñaba. Estando en el aposento alto se ciño de una toalla y lavó los pies de sus discípulos. «Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis» (Juan 13:13-15).

Miguel Mosquera

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