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El Fruto del Deseado

«Como el manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado entre los jóvenes; bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fue dulce a mi paladar» (Cantares 2:3)

En el capítulo 1 la sulamita dice que había tenido que cuidar las viñas de sus hermanos de manera que su propia viña no ha podido cuidar. No tiene nada que ofrecer a su amado, ningún fruto para darle de su propia viña, porque está descuidada. En cambio el amado es un manzano, lleno de fruto, para ella disfrutar y endulzar su paladar.

Nuevamente podemos ver una figura del Señor Jesucristo, nuestro Amado Salvador. Nada de nuestra vida que podamos ofrecer a Él, ni fruto que le agrade. Podemos pensar en algunos frutos del Señor que son dulces a nuestro paladar:

Así podríamos mencionar muchas más características de nuestro Señor Jesucristo que le hacen diferente de nosotros. Todas ellas son frutos dulces a nuestro paladar.

Miguel Mosquera

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